viernes, 8 de septiembre de 2017

LOS COLEGIOS DE BABEL



Los anglomaníacos ahora se vuelven defensores del trilingüismo.


     Puede parecer raro que algunos de nuestros gobernantes, tan aficionados a lo anglosajón, hayan dado ahora en que la enseñanza debería ser trilingüe -esto es, en español, inglés y otro idioma extranjero (francés o alemán)-, ya que, hasta hace poco, proclamaban que la lengua de Shakespeare era la única llave que abría las puertas del cielo y que, por tanto, quien en lo futuro quisiera tener un buen trabajo y ser persona de cuenta tendría que anglicanizarse hasta los tuétanos.

     Algún ingenuo cree que tal cosa es una especie de arrepentimiento: el regreso a aquello de <<aprender idiomas>> -no solamente inglés-, que tanto se cacareaba hace tres lustros; pero quien lo ve así supone que nuestros anglomaníacos políticos pueden arrepentirse, lo cual es mucho suponer, máxime porque la anglicanización de la educación española aún se halla lejos del extremo al que sus promotores desean llegar.

     ¿Por qué, entonces, salen con esto del trilingüismo? Por votos, sin duda, ya que, al paso que la anglicanización se extiende, los votantes se acostumbran a ella y dejan de considerarla extraordinaria. Por eso, varios colegios se han puesto a impartir clases, además de en inglés, en otro idioma extranjero; y ni que decir tiene que quienes reciben tales enseñanzas ya comienzan a sentirse los nuevos portadores de las llaves del cielo. Al decir que el trilingüismo debería generalizarse, los políticos pretenden conseguir los votos de la masa a la que antes convencieron de que todo lo bueno de este pícaro mundo se alcanzaba con el globish -masa que ahora tiene la impresión de que eso tampoco basta-.

     Lo que no sabemos es qué se les ocurrirá después a nuestros sagaces dirigentes: no sabemos si también darán en imponer el trilingüismo en las guarderías y las universidades; no sabemos si instarán a los padres a que, además del inglés, traten de usar con sus hijos en casa el francés o el alemán; no sabemos si, tras el trilingüismo, se pasará al cuatrilingüismo; tampoco sabemos cómo, a pesar de tanto desbarajuste, se asegurará el buen dominio del español.
     Pero barruntamos que, como una de esas lenguas que se quiere emplear para la enseñanza es la de Goethe, dejaremos de oír que <<en Alemania todos hablan inglés>>.



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